Isabel de Valois sosteniendo un retrato de Felipe II

Autor: 
Sofonisba Anguissola

Ubicación: Sala 56. [P1031]

Cronología: 1561 - 1565
Técnica: Óleo
Soporte: Lienzo
Medidas: 206 cm x 123 cm
Escuela: Italiana
Tema: Retrato
Procedencia: Colección Real

Sala 53

Isabel de Valois, hija del rey de Francia Enrique II y Catalina de Médicis, nació en 1546 destinada a ser reina. A la edad de tres años fue prometida al rey de Inglaterra Eduardo VI, que falleció antes de poder contraer matrimonio. En 1558, tras la derrota de las tropas francesas frente a las españolas en San Quintín, se piensa en una paz de larga duración entre ambos países, refrendada por el compromiso de Isabel con el heredero de Felipe II, el príncipe don Carlos. La muerte de su esposa María Tudor decidió a Felipe II a sustituir a su hijo en los planes de boda. En junio de 1559 se celebraba el matrimonio, con gran esplendor, en Nuestra Señora de París, representando a Felipe II el duque de Alba.

En el torneo con que finalizaban las bodas reales una astilla se incrustó en el ojo del rey francés, que moriría a los cuatro días. Los primeros actos de Isabel como reina fueron asistir al entierro de su padre y a la coronación de su sucesor.

Su viaje a España comenzó en el Castillo de Blois. El encuentro con Felipe II se produjo en el Palacio del Infantado, en Guadalajara, donde se bendijo la unión el 31 de enero de 1560. Ella tenía 14 años y el 32. Asociada a la paz, fue muy bien recibida.

Isabel, inteligente y bien preparada desde niña para su labor como reina, parece haber influido en el traslado de la Corte a Madrid y en la introducción en ella de cierto lujo y refinamiento. Amante de las bellas artes, protegió a Sánchez Coello y a Sofonisba Anguissola, con la que siguió clases de pintura y dibujo.

Mantuvo una correspondencia muy activa con su madre y una buena relación con los embajadores de la Corte de Francia, lo que llegó a inspirar cierta desconfianza a Felipe II. El rey limitó el número de damas francesas de la llamada Casa de la reina -una institución de tradición que reunía a todas las personas asociadas a cubrir sus necesidades de la vida pública y privada e implicaba un cierto compromiso de las reinas hacia ellas- e introdujo en ella a mujeres y hombres de su confianza.

En 1565 Isabel actuó como embajadora real en una  entrevista con Catalina de Médicis, su  madre. El encuentro entre madre e hija, celebrado en Bayona, debía favorecer las propuestas de las que era portavoz, en nombre de Felipe II, el duque de Alba. Hay dudas de que este viaje, de altísimo coste, favoreciera el proyecto del rey, pero no puede menospreciarse por ello el hecho mismo de la presencia de Isabel en los planes reales dada la vigilancia y desconfianza que ambos países mantenían entre sí.

Su tiempo político y vital fue corto. La función principal de una reina era dar un heredero varón, a cualquier precio, e Isabel tuvo cuatro embarazos entre 1564 y 1568, falleciendo en el último, a la edad de 22 años. Desde su muerte el rey vestirá siempre de negro. El retrato que contemplamos la asocia a él ineludiblemente a través del retrato del rey que sostiene.

A su muerte, su cuñada Juana de Austria se encargará de la educación de sus hijas, las pequeñas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela.

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