Isabel II, velada

Autor: 
Camillo Torreggiani

Ubicación: Sala 63B. [E525]

Cronología: 1855
Técnica: Esculpido
Materia: Mármol
Medidas: 96,5 cm x 57 cm x 47,5 cm - 200 kg
Escuela: Italiana
Tema: Retrato
Procedencia: Colección Real

Esta pieza, la única escultura de nuestro recorrido, fue realizada en 1855 por Camilo Torreggiani, el más reputado escultor italiano del siglo XIX, que cambió la forma tradicional de realizar retratos oficiales. La obra fue muy valorada en su tiempo, ya que representa delicadamente las facciones de la reina a través del velo transparente que la cubre. Hoy podemos verla como una metáfora de lo que le ha ocurrido a la figura política y personal que fue Isabel II, a la que la crítica histórica hasta hace poco tiempo no sentía interés por desvelar.

Isabel fue la hija primogénita de Fernando VII y su cuarta y última esposa, María Cristina de Borbón. Su nacimiento supuso la frustración de las aspiraciones a la corona de su tío, el ultra-conservador Carlos María Isidro, que ansiaba la restitución del Antiguo Régimen. Su reinado sería recorrido por la sombra de las Guerras Carlistas, que estallan en 1833 cuando la infanta era una niña de sólo tres años. Cuando contaba sólo diez, su madre fue forzada al exilio por la revuelta progresista que llevaría al general Espartero a la Regencia, y su formación quedó a cargo de cortesanos y grupos políticos, que la utilizaron como una pieza más del ajedrez político.

Con el triunfo del levantamiento conservador contra Espartero, en 1843 Isabel II es proclamada de forma precipitada mayor de edad, con sólo trece años.
Sobrevivió como pudo a las maquinaciones cortesanas y se casó por imposición con su primo Francisco de Asís Borbón cuando sólo tenía dieciséis años. Ambos organizaron una vida privada al margen del matrimonio que dañó la imagen real significativamente, especialmente la de la reina, dado el modelo ideal de feminidad dominante en su tiempo. La trasgresión del modelo tiene consecuencias para todas las mujeres y es utilizada como instrumento político de desprestigio y deslegitimación de quienes tienen una función pública.

Su formación no fue la más adecuada, aunque en ciertos momentos supo rodearse de mujeres intelectuales de la época como Fernán Caballero o Gertrudis Gómez de Avellaneda. Pese a todo, patrocinó la música y las artes, inaugurando en 1850 el Teatro Real de Madrid.
Durante su reinado se inició un germen de industrialización en España, se publicó la Primera Ley General de Instrucción Pública o Ley Moyano -que limitó las posibilidades educativas de las mujeres-, se tendieron las primeras líneas de ferrocarril, se hicieron importantes obras hidráulicas como el Canal de Isabel II, se creó la Guardia Civil, se reformó la Hacienda y se crearon distintos bancos. También se proyectó mejorar la Armada y se reabrieron las Universidades, quedando excluidas las mujeres.

Esta reina, a la que Galdós se refirió como “la de los tristes destinos”, fue cuestionada desde su nacimiento en todos los ámbitos de su existencia, tanto públicos como privados. Debería haber sido, por contexto histórico europeo, constitucionalista, y sin embargo se apoyó en los políticos más conservadores de la época. No supo contribuir a impulsar la profunda reforma que necesitaba España, y que la clase política tampoco supo gestionar. En 1868, el liberalismo progresista, apartado del poder desde 1856, impulsó la revolución conocida como “La Gloriosa”, que provocó su exilio y un cambio de régimen en España.
Cuando asumió que ella no era una opción pero la dinastía Borbón tenía posibilidades de volver al gobierno de España, apoyó la propuesta del político conservador Antonio Cánovas del Castillo para restaurar la monarquía en la figura de su hijo Alfonso, dada la ausencia de opciones políticas claras ante el fracaso de la I República.
Tanto sus contemporáneos como los historiadores han cuestionado la figura de Isabel II, utilizando aspectos de su vida privada como principal instrumento de ataque contra ella, lo que ha hecho gran daño a su imagen pública. La historia ha establecido una neta separación entre la vida privada y la vida política de los monarcas, pero no ha aplicado la misma lectura a la vida de las reinas y de las mujeres políticas.

El Museo del Prado fue muy favorecido por Isabel II. A la muerte de su padre indemnizó económicamente a su hermana María Luisa Fernanda para mantener unida la colección real de pinturas, especialmente las obras que integraban el Real Museo de Pintura. Posteriormente, en 1865, los palacios y sitios reales y el Museo de Pintura dejaron de ser bienes particulares de los reyes para convertirse en bienes vinculados a la Corona, lo que los convertía en no enajenables ni divisibles.
Isabel II murió en 1904 en París, la ciudad que eligió para su exilio obligado.

diseño y desarrollo Artefinal Studio