La indumentaria de las amas de cría

Ubicación: Sala 8. Belle Epoque (1898-1914)

Cronología: 1911

La tarjeta postal muestra la indumentaria de las amas de cría a comienzos del siglo XX. Las amas de cría jugaron un papel fundamental en la proyección de la clase burguesa desde finales del siglo XIX porque constituían un reflejo de la riqueza e influencia social de la familia para la que trabajaban. Sin embargo, la historia de las amas de cría se remonta muchos siglos atrás.

Las fuentes históricas atestiguan la presencia de nodrizas en las familias aristocráticas desde la Antigüedad Clásica.  Pero no es hasta la Baja de la Edad Media (a partir del siglo XII) cuando surgen tratados de buenas prácticas que enumeran las cualidades que deben tener las nodrizas para criar a los niños y niñas de la corte y círculos aristocráticos. Antonio de Guevara en su obra Reloj de Príncipes(1529) determina que deben cumplir los siguientes requisitos:

“de honesta y virtuosa vida, (…) muy sana quanto a la salud corporal de su persona, (…) conocer las complesiones de sus criaturas, para que conforme a ellas les busquen las amas, (…) sea muy templada en el comer, de manera que de muchos manjares coma poco y de pocos no coma mucho, (…)sean no sólo regladas en el comer, pero aun sean muy templadas en el bever vino, el qual antiguamente no se llamava vino sino veneno, (…)que no se hagan preñadas las amas que crían a sus criaturas, y la razón desto es que, como en el tiempo que la muger está preñada se le alce su purgación continua, la sangre mestruada (como está retenida) mézclase con la sangre limpia, de la qual se haze la leche de la criatura, (…)sean bien acondicionadas, por manera que no sean embidiosas, sobervias, deslenguadas, dobladas y maliciosas; porque menos ponçoña tiene la bívora que no la muger mal acondicionada, (…) no sean hechizeras, ni permitan que a sus hijos desde niños los avezen a medicinas; porque la medicina pone en peligro la vida de la criatura, y la hechizería no sólo haze daño al cuerpo de la criatura, mas aun al ánima de la ama que la cría”.

La relevancia social de las amas de cría en la Europa Moderna llegó a ser de tal magnitud que se consideró una cuestión de estado cuando se refería al cuidado de los infantes de la Corte. De ahí que la sección de “Nacimientos y Partos” del archivo del Palacio Real de Madrid contenga numerosos documentos relativos a las amas de cría, muchos de los cuales fueron recogidos por Luis Cortés Echánove en su obra Nacimiento y crianza de personas reales en la Corte de España entre 1566 y 1866 (Madrid, 1958). Además de las fuentes documentales, también se han conservado numerosos retratos de las amas de cría de la corte, lo que pone de manifiesto la alta consideración de que gozaron y su elevada posición en la corte.

El príncipe Alfonso en brazos de su aya María de los Dolores Marina, Bernardo López Piquer (1858)

El príncipe Alfonso en brazos de su aya María de los Dolores Marina, Bernardo López Piquer (1858).

 

Las amas, que hasta finales del siglo XVIII había sido patrimonio exclusivo de la aristocracia, se convirtieron a lo largo del siglo XIX en una figura asociada con el modelo social burgués  convirtiéndose en un signo externo de estatus social. Las amas de cría fueron no sólo en el pilar fundamental de la crianza del recién nacido sino también en un miembro más del núcleo familiar. Leyes no escritas establecían que las amas de cría  además del salario, recibieran gratuitamente comida y vestido, para  garantizar su bienestar y facilitar su relación con los menores de la familia. La burguesía hizo especialmente hincapié en las cuestiones relacionadas con la indumentaria, ya que debía reflejar la posición económica de la familia especialmente cuando la nodriza salía del entorno doméstico.

En España el ama de cría por antonomasia es el ama pasiega, originaria de la Vega del Pas (Santander). Es difícil precisar con exactitud el momento en que se generalizó esta asociación, aunque todo indica que se produjo en la primera mitad del siglo XIX. La figura del ama de cría pasiega adquirió tintes de personaje novelesco y se incorporó con fuerza al imaginario romántico, de tal manera, que cuando las mujeres de otras provincias llegaban a Madrid para emplearse como amas de cría hacían gala de su supuesto origen pasiego para obtener mayores retribuciones económicas.

El traje de pasiega, siempre de tonos oscuros, estaba formado por una saya o falda, adornada con cintas en todo su perímetro, y por una camisa de color claro. Sobre la falda se dispone un delantal o mandil, prenda en principio de carácter meramente utilitario que acabó convirtiéndose en uno de los signos de identidad de las amas de cría. La vestimenta se completa con la chaquetilla cuya intencionada abertura deja entrever la parte superior del atuendo. El pañuelo, que cubría total o parcialmente la cabeza, y algunas joyas de vivos colores y de plata remataban el conjunto. Las joyas constituían el símbolo por excelencia de la riqueza de la familia y por lo que solían ser obsequio habitual de la familia (“cuando el niño echa un diente, al ama unos pendientes” afirma el dicho popular). Las joyas de las amas de cría eran muy ostentosas para garantizar su perfecta visibilidad. En este sentido, destacan especialmente las piezas elaboradas con las monedas acuñadas durante el reinado de Isabel II, que fueron retiradas de la circulación tras la proclamación de la I República (1780), y que convierten a las amas de cría en una muestra extraordinaria de exhibición de la riqueza familiar.

 

Pendientes de reales de plata (1875)

Pendientes de reales de plata (1875).

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