Traje Su Majestad la Reina Cristina de Habsburgo

Ubicación: Sala Del miriñaque al polisón (1868-1898)

Cronología: 1879

A finales del siglo XIX, y por primera vez en la historia de la indumentaria, la atención de la mirada sobre el cuerpo femenino se concentra en la parte trasera, que se exagera de forma desmedida mediante el uso del polisón; un armazón ovalado que, sujeto a la cintura, abultaba los vestidos por detrás, definía la cintura y permitía una caída ligera y voluminosa del vestido. El polisón se convirtió en una pieza indispensable de la moda femenina desde 1869 hasta 1889 lo que le convierte en la pieza romántica por excelencia. A lo largo de estos veinte años de existencia variará su forma y volumen pero mantiene invariable su estructura ovalada

 

Polisón. MT20784. (1870-1880) Museo del Traje, CIPE.
Polisón.
MT20784. (1870-1880) Museo del Traje, CIPE.

 

El polisón tiene su origen en la llamada polonesa que difundió la moda francesa a mediados del siglo XVIII. El nombre de polonesa deriva de la moda polaca de subir un lado de la falda siguiendo el estilo de las indumentarias turcas; una moda que se extiende en Europa entre las mujeres de las clases trabajadoras que, para tener más libertad de movimiento, se arremangaban el vestido y lo sujetaban en los bolsillos formando un efecto drapeado. A principios de la década de los setenta del siglo XVIII,  la polonesa pasó a designar un vestido cortado en cuatro partes, dos en la parte delantera y dos en la espalda, en el que la sobrefalda se recogía en la parte posterior formando tres paneles drapeados de distinta longitud. La falda interior, decorada con un volante en su ruedo, era más corta y dejaba al descubierto los tobillos, por lo que en este momento los zapatos, que habían perdido algo de tacón y eran más escotados, y las medias adquirirían gran importancia.

 

La toilette de la mañana (1741), Jean-Baptiste-Simeón Chardin.

 

Existían diferentes tipos de polonesas -a la inglesa, italiana, francesa- según el tamaño de los paneles de la falda y los adornos empleados. Parte del éxito de este vestido, de moda hasta 1785, se debió a la comodidad que suponía el haber abandonado los gigantescos tontillos del siglo XVII, faldellines con una estructura de aros de ballena para ahuecar la falda, en favor del llamado false rump o cul postiche, que era una especie de almohadilla rellena de corcho que trasladaba el volumen hacia la zona posterior o por unas almohadillas cosidas a los corsés en la zona de las caderas. Esta transformación convirtió las polonesas en los atuendos idóneos para el paseo.

María Luisa de Parma (1789), de Goya

Tontillo

María Luisa de Parma (1789), de Goya

Robe à la Polonaise (1770)

Polonesa

Robe à la Polonaise (1770)

La polonesa, debido a su mayor ligereza y comodidad, se convirtió en el emblema de la llamada “moda de paseo”. A partir del siglo XVIII el paseo se convirtió en una actividad social en la que se exhibía la riqueza y la posición social de la familia a través de los tejidos  y joyas. En España la adopción de la polonesa fue un reflejo de las profundas transformaciones que se estaban produciendo desde la llegada de la monarquía borbónica y su intento de modernizar el país mediante las modas francesas y sus costumbres.  En Madrid los paseos más frecuentados eran el de Recoletos, el de Delicias y sobre todo el Paseo del Prado, popularmente conocido como El Paseo de los Elegantes, que tras la transformación urbanística de Carlos III, se convirtió en un verdadero escaparate en el que la alta sociedad de “dejaba ver” luciendo las últimas novedades de París como señalaba el embajador francés Bourgoing en 1775.

 "En lugar de ese abigarramiento de trajes y peinados que en otros lugares públicos de Europa despliega una variedad sin la cual el gusto no se concibe, no se ven en el Prado más que a mujeres uniformemente vestidas, cubiertas de grandes mantillas negras o blancas, que privan de una parte de sus rasgos, y hombres envueltos en sus vastas capas de color oscuro en su mayoría, de suerte que este Prado, con todo lo hermoso que es, parece por excelencia el teatro de la gravedad castellana"

La Cibeles y la Puerta de Alcalá (1785), Ginés Aguirre

La Cibeles y la Puerta de Alcalá (1785), Ginés Aguirre.

 

La moda romántica de mediados del siglo XIX, tras la desaparición de la moda que inspiró la Revolución Francesa, volvió la mirada al gusto aristocrático del XVIII para recuperar la estética de las polonesas incorporando algunas modificaciones en la estructura de los polisones para aligerar la estructura del armazón sin menguar la voluminosidad del conjunto. El vestido seleccionado es una pieza en damasco de seda formado por cuerpo y falda. El cuerpo, entallado con doce ballenas, lleva manga de tres cuartos. La falda, en satén, es larga y con cola y el  polisón potencia su volumen en la parte posterior. Este vestido perteneció a la reina María Cristina de Habsburgo, segunda esposa del rey Alfonso XII.

diseño y desarrollo Artefinal Studio