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Zapatos de tacón de Vivienne Westwood

Ubicación: Sala Alta costura
Cronología: 1990

Aunque en el siglo XVII los zapatos con tacón fueron usados indistintamente por hombres y mujeres, en el siglo XX su uso está asociado indiscutiblemente a la moda femenina. Son el símbolo fetichista por excelencia. Estilizan las piernas, resaltan el pecho, por la posición de la espalda para mantener el equilibrio, y elevan los glúteos. Sin embargo, al margen de cuestiones estilísticas, su utilización implica una limitación de movimientos, una disminución de la velocidad de desplazamiento y un aumento del cansancio corporal. Paradójicamente, la liberación de las mujeres en el último siglo y la ruptura de las modas tradicionales, que encorsetaban el cuerpo mediante el uso de miriñaques, polisones, cotillas y corsés, se mantiene en el siglo XX trasladando el foco de opresión a los pies.
El modelo de Vivienne Westwood es un diseño de tipo salón con plataforma y tacón de aguja, realizado en piel de charol color crudo combinado con plástico transparente. La fascinación que ha despertado el tacón de aguja en la moda contemporánea ha convertido este tipo de zapato en un símbolo de sensualidad y sexualidad. No obstante, el calzado siempre ha estado rodeado de un halo de fetichismo.
La diseñadora Linda O’Keeffe definió los zapatos de tacón como “un principio nuevo, una promesa de romance y emoción para todas las niñas que han crecido con el mito de Cenicienta, pensando que unos zapatos pueden transformar mágicamente sus vidas”. Una visión menos ingenua y mucho más lasciva fue la del editor y escritor Nicolás Edme Rétif (1734-1806), apodado el “Voltaire de las alcobas”, que desarrolló en varias de sus novelas la irrefrenable pulsión sexual que sentían sus personajes masculinos por los zapatos de mujer. Noveló el fetichismo que rodea al calzado femenino y sentó las bases que siglos después impulsaron a Charles Bukowski a escribir el poema Zapatos en el que expresaba que cuando se es joven la vista de un par de zapatos de tacón dentro de un armario “puede prender fuego a tus huesos”.
Pero mucho antes de que Rétif publicara sus novelas, el zapato ya ocupaba un lugar peculiar en el imaginario colectivo. Estrabón habló de una “primera Cenicienta”, Ródope, una muchacha egipcia a quien un águila roba un zapato mientras se baña en el Nilo para llevárselo al faraón en Menfis quien emprende la búsqueda de su propietaria con quien se acaba casando. S. D. Fohr en su libro Cinderella Gold Slipper subraya que “la idea que subyace es que tener un zapato de alguien es tener a la persona. La posesión de un zapato es un signo de control y de unión. Y luego están todos los que ven las connotaciones sexuales en este asunto”. El reverso de la promesa de encontrar a la pareja perfecta aparece en Los zapatos rojos de Hans Christian Andersen donde una tétrica maldición se esconde tras un par de escarpines que fascinan a la heroína Karen y la condenan a no parar de bailar jamás: el deseo se transforma en pesadilla y la belleza muta en algo incontrolable.
El cuento de Andersen convierte los zapatos en un arma de doble filo que despierta fascinación y temor, estética y dolor, lo que conecta con la sensación que despiertan los stiletto; los zapatos con altos y finos tacones de aguja sobre los que se han alzado millones de mujeres desde la década de los años cincuenta y que toman prestada la palabra italiana para daga.
El cine también ha contribuido a ensalzar el carácter fetichista de los zapatos de tacón de aguja. En La viuda alegre (1925), de Erich von Stroheim, el lascivo barón Sadoja es seducido por los pies de la desdichada corista. Pedro Almodóvar también ha usado el calzado, en clave cómica y melodramática, en Mujeres al borde de un ataque de nervios, La Flor de mi secreto y Tacones lejanos. Andy Warhol, icono del pop art, convirtió el stiletto en el protagonista de muchos de sus dibujos y serigrafías. En una de sus obras añadió una leyenda en la que sentenciaba “la belleza es un zapato” en un giro al lema romántico de Keats “belleza es verdad” anunciando la vertiente sensual del zapato de tacón.
El carácter fetichista los zapatos de tacón de aguja impulsó a Vivianne Wetswood, diseñadora de la estética punk, a centrar parte de su actividad creativa en el calzado femenino para desarrollar su gusto por los diseños urbanos e iconoclasta. Una transgresión y un fetichismo que convierte el cuerpo de las mujeres en un símbolo de deseo y de dolor, de estética y de malformación.